Nehodí sa? Žiadny problém! U nás môžete do 30 dní vrátiť
S darčekovým poukazom nešliapnete vedľa. Obdarovaný si za darčekový poukaz môže vybrať čokoľvek z našej ponuky.
30 dní na vrátenie tovaru
Uno no puede dejar de preguntarse qué hubiera sido de lacultura francesa si Francia, en vez de estar situada donde está,hubiera estado, por ejemplo, en Australia. Probablemente nohabría superado todavía su para ellos gloriosa Edad Media delos troveros y las canciones de gesta. Tampoco puede uno evitarpreguntarse cuál hubiera sido la suerte de Europa si unpaís tan vasto y tan densamente poblado como Francia no hubieraocupado su centro, actuando como tamiz deformadorde las creaciones originales procedentes de Alemania, Italia,Inglaterra o Espa?a. El caso es que Francia está donde está ydesde antiguo sus habitantes supieron explotar con notoriaavidez y no menor habilidad lo que un economista llamaría surenta de situación.Decía Unamuno que las ideas cobran su fuerza del comercio,que rigen el mundo no los forjadores, sino los repartidores deideas. Nadie entiende esto mejor que los franceses, y nadiepracticamejor que ellos el arte de saber vender lo corriente comoextraordinario. Su presunto «espíritu clásico», ciertamente noen el sentido helénico, sino de una disciplina comprensiblepara todos, no puede ser más opuesto al espíritu heleno, latinoy espa?ol, que es independiente, demócrata, ateniense, republicano,romano e individual. La moda, el buen tono, la deferenciade una fi losofía asequible a las damas han sido las especialidadesdel genio francés, consecuente, ordenado, lógico,metódico, enfático, académico y prosaico, excelentes cualidadespara andar por la vida arregladamente, pero totalmenteinservibles para las elevadas empresas del espíritu.